Los asicura
Pocas veces me había interesado en la
librería de mi abuelo, siempre recordare como pasaba sus días repasando los
libros con la mirada vacía, desesperado como si esperar no fuera una opción o
el simple hecho pasar del tiempo perdido lo molestara gravemente. Naturalmente
pensamos que de debía a una demencia senil, sin embargo no podía evitar
sentirme extraño. Después de morir en su último aliento declaro que su
colección de libros me pertenecería a mí.
Después de recibir todos los libros en mi
sala, no pude evitar sentirme incomodo, como si fuera un mal presagio. La
ansiedad que sentí ese día la califico como la segunda peor experiencia de mi
vida. Tras minutos de intenso estrés tome la estúpida idea de revisar los
libros, el inmenso hedor proveniente de las hojas amarillas y viejas me hizo
pensar más de dos veces lo que estaba haciendo. Pase toda la noche revisando
libro tras libro, en busca de algo, ese mismo algo que me mantenía tan tenso. Aun
recuerdo como la luz tenue del foco de la sala junto con el silencio de la
noche me hicieron compañía. Al menos
hasta que un libro llamo mi atención. Un libro pequeño, destacaba por no
tener ninguna letra en su vieja y roja portada sumada a un aura llamativa y a
la vez peligrosa.
Al abrirlo lo primero que se veía era un
horrible dibujo, como si hubiera sido sacado de las horrendas y pútridas
pesadillas de un monstruo y símbolos que me eran simplemente identificables, el
pulsar de mi corazón se aceleraba cada vez mas, cerré el libro y respire hondo,
gran parte de mi quería deshacerse del libro pero el morbo y la curiosidad me
eran más fuertes. Pagina tras página dibujos y símbolos aparecían ante mis ojos
pero había algo aun más sorprendente.
La letra del abuelo en la tinta roja en el
pie de una página, lo que me heló la sangre fue ver mi nombre escrito y una
flecha señalando unos símbolos con la palabra brecha escrita en ella.
El disgusto duro poco ya que el silencio
reinante fue perturbado por el sonido de la puerta siendo tocada, oculte el
libro y me dispuse a abrir la puerta, mi sorpresa fue grande cuando al girar la
perilla un hombre con un traje escarlata apareció ante mis ojos, ni tiempo tuve
de reaccionar cuando mi mirada se
empezaba a nublar y mis rodillas cedían a la gravedad.
Cuando desperté estaba
inmovilizado por alguna extraña fuerza, el hombre vestido de escarlata sostenía
el libro en la mano.
-¿Sabes qué es esto verdad?- Dijo con una voz cavernosa sin siquiera dirigirme
la mirada -Oh claro ni siquiera puedes hablar. Deja que te cuente una historia.
En las montañas de Hasvir en el ahora muerto
y pútrido planeta de Revis una vida comenzaba su existencia, una raza tan
poderosa, que en comparación ellos son dioses ante nosotros. Por su parte seres
cuyo paso en el tiempo era ilimitado por infinidad de eones y cuyo poder
transcendía toda lógica humana, postraron su atención a esas criaturas, les
causaba como en el pasar de infinidad de siglos la raza escapaba de una y otra
vez de su esfera de cristal.
Los Asicura, fue el nombre dado por los
antiguos, mientras los demás observaban aquella especie, 3 antiguos los cuales
estaban apresados por la sola incoherencia de sus existencias miraron en ellos
su oportunidad de tomar venganza. Junto a los Asicuras ellos han establecidos
el caos en infinidad de dimensiones.
Mientras mi cerebro procesaba esta
información, el hombre de traje escarlata camino lentamente hacia algún tipo de
brecha justo en el centro de la sala, por aquella energía que fluía
bestialmente mi cabeza palpitaba y mi respiración se hacía honda y torpe, antes
de partir el hombre se giro ante de mí y me dijo:
-Si tu dios perdona dile que lo siento pero hasta aquí hemos llegado, nieto
-Acto seguido miles de tentáculos salieron del portal reptantes sujetaron al
hombre engulléndolo dentro de la obscura brecha.
Desde entonces las cosas han ido diferentes,
para mí ya nada tiene sentido, mi vida se ha sumergido en el mar de la
desesperación y la locura, lo único que me queda es esperar... esperar hasta que
el día y la noche pierdan significado y el aullido de aquellas bestias atragante los lamentos de mi mente.
Fin
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